Copérnico nació en 1473 en Thorn (hoy Toru), un pequeño
puerto polaco sobre el río Vístula, cerca del mar Báltico. (Su nombre era
Mikolaj Kopernik, que él latinizó como Nicolaus Copernicus.) Cuando tenía diez
años, su padre (de profesión comerciante) falleció y su educación quedó a cargo
de su tío materno, un importante obispo de Polonia.
Guiado por su tío, recibió una esmerada formación en
importantes universidades. En 1491 ingresó en la Universidad de
Cracovia. Allí Alberto Brudzewski, afamado matemático y astrónomo, despertó en
el joven Nicolás el gusto por estas ciencias. Si bien por consejo de su tío se
licenció en Medicina, Nicolás adquirió en Cracovia una sólida formación
matemática y descubrió las contradicciones del modelo astronómico ptolemaico.
Probablemente haya aprendido también allí el conocimiento del arte de la
observación de las estrellas.
Abandonó Cracovia en 1795 e ingresó en la célebre Universidad
de Bolonia (Italia), para estudiar Derecho Canónico. Allí permaneció hasta el
año 1500, cultivando, junto al Derecho, su pasión por la Astronomía con el
Profesor Domenico María Novara (crítico de la geografía de Ptolomeo), en cuya
casa se alojaba. En Bolonia Copérnico aprendió griego, lo que le permitiría
luego leer los textos originales sobre Astronomía en esa lengua. El 9 de marzo
de 1497 realizó una observación que le permitió concluir que la distancia de la Luna a la Tierra no varía en los
cuartos y en la fase llena. Esto contradecía lo previsto por Ptolomeo y
mostraba el camino de su superación: la asociación del razonamiento y
observación.
En 1500 se doctoró en Astronomía en Roma y fue nombrado allí
Profesor de la
Universidad. Pero sus dudas sobre el modelo de Ptolomeo, que
se enseñaban por entonces a los alumnos, lo llevaron a renunciar a la cátedra.
Ingresó, por entonces a la famosa Escuela de Medicina de la Universidad de Padua.
En esta ciudad profundizó sus conocimientos de la lengua griega y de la
literatura clásica. Copérnico se encontraba inquieto en la búsqueda de una
solución a las anomalías mostradas por los modelos ptolemaicos, que ponían en
crisis el Postulado de Homogeneidad y Armonía del Cosmos.
En 1503 se licenció en derecho canónico en la Universidad de
Ferrara, para luego regresar a Polonia. Habiéndose ordenado sacerdote, vivió
hasta 1510 con su tío, ejerciendo la Medicina y colaborando en la administración de la
diócesis.
Entre los años 1507 y 1515 fue redactando su primera obra
sobre Astronomía, conocida como el Commentariolus. La misma circuló en un
principio a través de unas pocas copias manuscritas y fue publicada recién en
el siglo XIX. En ella expone ya su concepción heliocéntrica. Sin apelar a
demostraciones matemáticas, describe el sistema solar señalando la ubicación de
los planetas según su distancia respecto del Sol.
El segundo de sus tres escritos astronómicos es del año 1524
y es una crítica al tratado Del movimiento de la octava esfera de Juan Werner
de Nüremberg. Si bien lleva por título De octava sphaera, se lo conoce como
"Carta a Wapowski". En esta obra Copérnico se abstiene de presentar
su propio modelo heliocéntrico, ateniéndose a señalar los errores de método y
contenido de la obra criticada.
En 1515 participó del quinto Concilio Laterano encargado de
reformar el calendario. Entre ese año y 1530 redactó su obra principal, Sobre
las revoluciones de los cuerpos celestes, pero no la publicó. De todos modos,
las noticias sobre sus investigaciones y su teoría se fueron filtrando poco a
poco. Fue así que, en 1533, la corte papal sometió a discusión sus
descubrimientos. En 1536 el cardenal Nicolás Schonberg (procurador general de
los dominicos) le propuso que publicara sus descubrimientos. Finalmente
Copérnico publicó su obra en 1543, pocos días antes de su muerte, ocurrida el
24 de mayo en Frauenburg (Polonia).
Copérnico no fue el primero en señalar la centralidad del
Sol. A este respecto, basta nombrar a Aristarco de Samos, quien ya en la
antigua Grecia enseñaba que la
Tierra y todos los demás planetas giraban alrededor del Sol.
De todos modos, el modelo que imperaba en su tiempo era el de Claudio Ptolomeo,
que afirmaba que la Tierra
se hallaba estática y que tanto el Sol como los planetas giraban a su
alrededor. Al realizar sus observaciones astronómicas, Copérnico descubrió
anomalías en el sistema ptolemaico y comenzó a dudar de sus postulados básicos.
En su obra principal dice: […] cuando un
barco navega sin sacudidas, los viajeros ven moverse, a imagen de su movimiento,
todas las cosas que les son externas y, a la inversa, creen estar inmóviles con
todo lo que está con ellos. Ahora, en lo referente al movimiento de la Tierra, de manera
totalmente similar, se cree que es todo el Universo íntegro el que se mueve alrededor
de ella […]” Copérnico llegó a la conclusión de que la Tierra se movía, girando
sobre sí misma (un giro completo equivalía a un día) y alrededor del sol (un
giro completo equivalía a un año). También sostenía que el eje de la Tierra se hallaba inclinado.
A su vez, mantenía la concepción tradicional de una esfera exterior donde se
encontraban inmóviles las estrellas.
Se debe tener en cuenta que Copérnico realizaba sus
observaciones sin contar con el aporte invalorable del telescopio, que por
entonces no había sido aún inventado. Para observar los cuerpos celestes,
pasaba las noches en la torre de su casa de las montañas. Complementaba estas
observaciones con la lectura de las obras antiguas y clásicas y con sus propias
anotaciones y cálculos. Si bien éstos últimos no eran del todo precisos, todas
sus observaciones respondían a necesidades de orden teórico y se realizaban
según un plan preestablecido.
Copérnico sentó las bases de la Astronomía Moderna,
que sería desarrollada luego por Galileo, Brahe, Kepler y Newton, entre otros
En su propio siglo contó con pocos seguidores. Era muy
criticado —especialmente por miembros de la Iglesia— por afirmar que la Tierra no se hallaba en el
centro del Universo. El heliocentrismo demoró en imponerse. En el juicio de
1633, Galileo fue condenado por sostener la tesis copernicana, que quedó
prohibida. Sin embargo, algunos jesuitas la estudiaban y enseñaban en secreto.
La teoría recibió un nuevo impulso con la formulación de la Ley de Gravedad por parte de
Newton, en el siglo XVII, en especial en el norte de Europa. Los pensadores
católicos del sur de Europa tardaron un siglo más en reconocer al
heliocentrismo su validez. Cabe recordar que, en el siglo XV, el propio Marín
Lutero había acusado a Copérnico de ser un necio que quería «poner
completamente del revés el Arte de la Astronomía».
-G.BRUNO.
Giordano Bruno (1548 – 1600) nació en el pequeño pueblo de
Nola, no lejos del Vesubio. Aunque pasó la mayor parte de su vida en países
hostiles y extranjeros, volvió a su hogar al fin de sus viajes y después de
haber escrito casi veinte libros.
Cuando tenía trece años comenzó a ir a la escuela en el
Monasterio de San Domingo. Era un lugar famoso. Tomás de Aquino, él también un
dominico, había vivido y enseñado allí. En pocos años Bruno se hizo sacerdote
dominico.
No pasó mucho tiempo
antes de que los monjes de San Domingo comenzaran a aprender algunas cosas
sobre el extraordinario entusiasmo de su joven colega. Era franco, abierto y
para nada reticente. No pasó mucho antes de meterse en problemas. Era evidente
que a este muchacho no se le podía forzar a encajar en la rutina dominica. Una
de las primeras cosas que un estudiante debe aprender es dar al maestro las
respuestas que el maestro quiere. El maestro promedio es el preservador de los
antiguos hitos. Los estudiantes son su audiencia. Aplauden, pero no deben
innovar. Deben aprender a trabajar y a esperar. No fue la conducta de Bruno
sino sus opiniones lo que lo metió en problemas.
Huyó de la escuela, de su pueblo natal, de su propio país, y
trató de encontrar entre extraños y extranjeros un ambiente que congeniara con
su integridad intelectual, que no encontraba en su hogar. Es difícil no ponerse
sentimental acerca de Bruno. Era un hombre sin patria y, al final, sin iglesia.
A Bruno le interesaba
la naturaleza de las ideas. Aunque el nombre no se había inventado aún, sería
perfectamente apropiado nominar a Bruno como epistemólogo, o como un pionero de
la semántica. Toma su materia prima de la mente humana.
Es un hecho
interesante que aquí, al cierre del siglo XVI, un hombre, encerrado por todos
los lados por la autoridad de la tradición clerical, haga lo que puede
considerarse un recorrido filosófico del mundo que la ciencia de la época
estaba revelando. Es particularmente interesante porque sólo en el siglo XX se
ha vuelto de nuevo popular el hábito de esta clase de especulación. Bruno vivió
en un período en que la filosofía se había divorciado de la ciencia. Quizá
sería mejor decir que la ciencia se había divorciado de la filosofía. Los
científicos se sentían demasiado fascinados por sus nuevos juguetes como para
molestarse con la filosofía. Empezaban a ocupar su tiempo con telescopios y
microscopios y recipientes de productos químicos.
En 1581 Bruno fue a París y comenzó a dar conferencias sobre
filosofía. No era poco común que los académicos vagaran de aquí para allá. Hizo
contactos fácilmente y logró interesar a todos los grupos con los que se
contactó con el fuego de sus ideas. Su reputación llegó a oídos del rey Enrique
III, quien sintió curiosidad acerca de esta nueva atracción filosófica. Enrique
III tenía curiosidad por averiguar si el arte de Bruno era el del mago o el del
hechicero. Bruno se había hecho una reputación como mago que podía inspirar una
mayor retención de memoria. Bruno satisfizo al rey mostrándole que su sistema
se basaba en el conocimiento organizado. Él encontró un patrón en Enrique III,
lo cual tuvo mucho que ver con el éxito de su corta carrera en París.
Fue alrededor de esta época que una de las primeras obras de
Bruno fue publicada, “De Umbras Idearum” (Las Sombras de las Ideas) al cual le
siguió prontamente “Ars Memoriae” (El Arte de la Memoria ). En estos libros
mantenía que las ideas son sólo sombras de la verdad. La idea era
extremadamente novedosa en ese momento. En el mismo año produjo otro libro:
"Breve Arquitectura del Arte de Lull" con su "Compleción".
Ramón Lull había tratado de probar los dogmas de la iglesia por medio de la
razón humana. Bruno niega el valor de tal esfuerzo mental. Señala que el
cristianismo es enteramente irracional, que es contrario a la filosofía y que
está en desacuerdo con otras religiones. Observa que lo aceptamos por la fe;
que la revelación, como se la llama, no tiene base científica.
En su cuarta obra
elige a la hechicera homérica Circe, que convertía a los hombres en bestias, y
hace que Circe discuta con su doncella un tipo de error que representa cada
bestia. El libro “Cantus Circaeus” (El
encantamiento de Circe) muestra a Bruno trabajando con el principio de
asociación de ideas, y cuestionando continuamente el valor de los métodos
tradicionales de conocimiento.
En el año 1582, a la edad de 34 años, escribió una obra, “Il
Candelaio” (El Candelero). Muestra a un hacedor de velas que trabaja con sebo y
grasa y luego tiene que salir a vender su mercancía a los gritos.
Llegó un momento en que la novedad de Bruno se desgastó en
Francia, y sintió que era hora de seguir adelante. Fue a Inglaterra a comenzar
de nuevo y a encontrar una nueva audiencia. No logró hacer contacto académico
con Oxford. Oxford, como otras universidades europeas de la época, rendía
reverencia académica a la autoridad de Aristóteles. Mucho se ha escrito sobre
cómo la Edad Media
fue estrangulada por la mano muerta de Aristóteles. No eran los métodos de
Aristóteles ni la mente capaz de Aristóteles lo que se cuestionaba sino la
autoridad de Aristóteles. Una cosa debía ser creída porque Aristóteles la había
dicho. Era parte del método de Bruno el objetar, a su manera enérgica, a que se
lo obligase a uno a tragarse sin protestar ciertas afirmaciones porque
Aristóteles las hubiera hecho, cuando eran obviamente diferentes a la
experiencia en vivo de los sentidos que la ciencia estaba produciendo.
En su obra " La
Cena del Miércoles de Cenizas", la historia de una cena
privada con invitados ingleses, Bruno difunde la doctrina copernicana. Se le
había ofrecido al mundo una nueva astronomía de la cual la gente se reía porque
estaba en desacuerdo con las enseñanzas de Aristóteles. Bruno llevaba adelante
una entusiasta propaganda con ánimo de pelea. Entre los años 1582 y 1592 no
había apenas ningún maestro en Europa que difundiese persistente, abierta y
activamente las nuevas sobre el universo que Copérnico había dibujado, excepto
Giordano Bruno. Un poco más tarde, otro personaje aún más famoso iba a hacerse
cargo de la tarea: Galileo Galilei.
Galileo nunca conoció a Bruno en persona y no lo menciona en
sus obras, aunque debe haber leído algunas de ellas. No podemos culpar a
Galileo por ser suficientemente diplomático y evitar la mención de un hereje
reconocido. Galileo ha sido criticado con frecuencia porque, ante sus propias
dificultades, se inclinó por su seguridad personal. Demandamos mucho de
nuestros héroes.
Mientras estaba en Inglaterra, Bruno tuvo una audiencia
personal con la reina Isabel. Escribió sobre ella a la manera superlativa de su
época, llamándola diva, Monarca Protestante, sagrada, divina, las mismas
exactas palabras que usó para Su Muy Cristiana Majestad y Cabeza del Sagrado
Imperio Romano. Esto fue usado contra él cuando fue llevado más tarde a juicio
como ateo, infiel y hereje. La reina Isabel no tuvo una muy alta opinión de
Bruno. Lo vio como salvaje, radical, subversivo y peligroso. Bruno encontró a
los ingleses bastante burdos.
Bruno no tenía un lugar seguro en las comunidades religiosas
protestantes ni en las católicas romanas. Llevó a cabo su lucha contra
terribles obstáculos. Había vivido en Suiza y Francia, y ahora estaba en
Inglaterra, y se fue de allí a Alemania. Traducía libros, leía pruebas de
imprenta, y reunía grupos y daba conferencias sobre cualquier cosa que surgiera
de ellos. No requiere mucha imaginación hacerse la imagen de un hombre que
remendaba sus propias ropas, que con frecuencia pasaba frío y hambre e iba
desaliñado. Sólo hay unas pocas cosas que sepamos de Bruno con gran
certidumbre, y estos hechos son las ideas que dejó atrás en sus libros
prácticamente olvidados, la literatura de contrabando de su época. Después de
veinte años en el exilio nos lo imaginamos alienado, ansioso de oír el sonido
de su propia lengua y de tener la compañía de sus compatriotas. Pero siguió
escribiendo libros. En su libro “De Causa, principio et uno” (Sobre la Causa , el Principio y la Unidad) encontramos frases
proféticas.
Sus otras obras fueron "El Infinito, el Universo y sus
Mundos", "El Transporte de las Almas Intrépidas", y la
"Cábala del Garañón como Pegaso con la Adición del Asno de Cilene", una discusión
irónica sobre las pretensiones de la superstición. Este "asno", dice
Bruno, se lo encuentra en todos lados, no sólo en la iglesia sino en las cortes
de ley e incluso en los colegios. En su libro " La Expulsión de la Bestia Triunfante
", ataca la pedantería que encuentra en las culturas católica y
protestante. En otro libro, " La Hoja Trifoliada y la Medida de las Tres Ciencias
Especulativas y el Principio de Muchas Artes Prácticas", encontramos una
discusión sobre un tema que iba a ser tomado en un siglo posterior por el
filósofo francés Descartes. El libro fue escrito cinco años antes de que
naciera Descartes, y en él se dice: "Aquél a quien le inquiete la
filosofía debe ponerse a trabajar poniendo todas las cosas en duda".
También escribió "De la Unidad , la Cantidad y la Forma ", y otra obra
"Sobre las Imágenes, Signos e Ideas", como así también "Sobre lo
Inmenso e Innumerable", "Exposición de los Treinta Sellos" y
"Lista de Términos Metafísicos para Comenzar el Estudio de la Lógica y la Filosofía ". Su
título más interesante es "Ciento Sesenta Artículos Dirigidos Contra los
Matemáticos y Filósofos de la Época". Una de sus últimas obras, "Las
Ataduras de la Especie
", quedó sin terminar.
Es fácil hacerse una impresión de la reputación que Bruno se
había creado hacia el año 1582 en las mentes de las autoridades clericales de
Europa meridional. Había escrito sobre un universo infinito que no había dejado
lugar para aquella otra concepción infinita mayor que se llama Dios. No podía
concebir que Dios y la naturaleza pudiesen ser entidades separadas y distintas
como lo enseñaba el Génesis, como lo enseñaba la Iglesia , y como lo enseñaba
incluso Aristóteles. Predicaba una filosofía que hacía insignificantes los misterios de la
virginidad de María, de la crucifixión y la Misa. Era tan ingenuo
que no podía ver sus propios esquemas mentales como si fuesen realmente
herejías. Veía a la Biblia como un libro que sólo los ignorantes podían tomar
literalmente. Los métodos de la Iglesia eran, para decirlo lo más suavemente
posible, desafortunados, y promovían la ignorancia por instinto de
autopreservación.
Bruno escribió: "Todo, no importa de qué manera puedan
los hombres creerlo seguro y evidente, prueba, cuando se lo trae a discusión,
que no es menos dudoso que las creencias extravagantes y absurdas". Acuñó
la frase “Libertes philosophica”: El derecho a pensar, a soñar, por decirlo
así, a hacer filosofía. Después de 14 años de vagar por Europa, Bruno volvió
sus pasos hacia el hogar. Quizá en verdad lo extrañaba. Algunos escritores
afirman que fue engañado. Que Bruno volviera a Italia es una paradoja tan
extraña como la del resto de su vida.
Fue invitado a Venecia por un hombre joven cuyo nombre era
Mocenigo, que le ofreció un hogar y luego levantó cargos contra él ante la Inquisición. El
caso se dilató. Fue prisionero en la República de Venecia, pero un poder más grande lo
quería, y fue entregado a Roma. Por seis años, entre 1593 y 1600, permaneció en
una prisión papal. ¿Fue olvidado, fue torturado? Cualesquiera registros
históricos que haya no han sido publicados nunca por las autoridades que los
tienen. En el año 1600 un académico alemán, Schoppius, estuvo en Roma por
casualidad y escribió sobre Bruno, quien fue interrogado varias veces por el
Santo Oficio y condenado por los teólogos jefes. Una vez obtuvo cuarenta días
para considerar su posición; enseguida prometió retractarse, pero luego renovó
sus "tonterías". Luego consiguió otros cuarenta días para deliberar,
pero no hizo más que escandalizar al Papa y a la Inquisición.
Después de dos años bajo la custodia del Inquisidor, fue
llevado, el 9 de febrero, al palacio del Gran Inquisidor, para escuchar su
sentencia de rodillas, ante los asesores expertos y el gobernador de la ciudad.
Bruno respondió a la
sentencia de muerte por fuego con la amenaza: "Quizá ustedes, mis jueces,
pronuncian esta sentencia contra mí con mayor temor que aquél con el que yo la
recibo". Se le dieron otros ocho días para ver si se arrepentía. Pero no
sirvió de nada. Fue llevado a la hoguera, y mientras moría le fue presentado un
crucifijo, pero él lo apartó de sí con feroz desprecio.
-GALILEO GALILEI.
Galileo Galilei nació en Pisa (Italia) el 15 de febrero de
1564.Era hijo de Vincenzo Galilei, natural de Florencia, y Giulia Ammannati,
natural de Pescia. Galileo fue el primero de los siete u ocho hijos del
matrimonio, lo que le supuso hacerse cargo de sus hermanos pequeños a la muerte
de sus padres. En 1574 la familia se traslada a Florencia, y Galileo es enviado
al monasterio de Santa Maria di Vallombrosa, quizá con la intención de seguir la
carrera religiosa, o para realizar estudios, pero a los pocos meses estaba de
nuevo en Florencia. En el ambiente familiar, la profesión de su padre propició
que Galileo se educara en un entorno en el que se combinaba la teoría y la
práctica de la música, (él mismo tocaba el laúd) actividad que desde la
antiguedad se había asociado con el estudio matemático de la armonía. Algunos
biógrafos quieren ver en estas circunstancias la causa del posterior interés de
Galileo por las matemáticas.
En 1581 se matriculará en la Universidad de Pisa,
siguiendo los deseos de su padre de que realizara estudios de Medicina,
disciplina en la que uno de sus cercanos antepasados se había ejercitado con
éxito. Durante esta primera fase de sus estudios, según Vincenzo Viviani (biógrafo
de Galileo), Galileo habría descubierto la isocronía del péndulo, al observar
los movimientos de una lámpara en la catedral de Pisa. Pese a continuar sus
estudios, Galileo no se siente inclinado hacia la profesión médica, y en 1583
interrumpe sus estudios de medicina, trasladándose a Florencia para dedicarse
al estudio de la geometría de Euclides bajo la dirección del matemático de la
corte florentina Ostilio Ricci. No obstante, volverá a Pisa, donde tras
completar 4 años de estudio de medicina, los abandonará, sin obtener ningún
título, trasladándose de nuevo a Florencia en 1585.
En los tres años siguientes Galileo continuará ampliando sus
estudios, completando la lectura de los Elementos de Euclides, así como
trabajando sobre la resolución de algunos problemas de fílosofía natural
(física, diríamos hoy), alejándose de las explicaciones aristotélicas y
apoyándose más en Arquímedes (a quien lee y relee sin cesar), al mismo tiempo
que imparte clases privadas de matemáticas en Florencia y en Siena. De esta
época es su invención de la balanza hidrostática, a la que llamó
"bilancetta", siguiendo el Principio de Arquímedes, y buscando un
instrumento que permitiera determinar experimentalmente y de forma precisa la
diferencia de densidad entre cuerpos sólidos.
En 1587 realiza un viaje a Roma, donde conocerá al jesuita
Clavius, el más reputado astrónomo de la época, que impartía sus lecciones en
el Colegio Romano (fundado por Ignacio de Loyola en 1551). Aunque Clavius era
defensor del sistema ptolomeico, Galileo (que todavía no consta que sea
copernicano) mantendrá correspondencia con él en los años sucesivos, recibiendo
por correo sus escritos. A su regreso, conseguirá una plaza de auxiliar de
matemáticas en la
Universidad de Siena y continuará impartiendo clases
privadas. En esta época realiza algunos descubrimientos sobre el centro de
gravedad de los cuerpos sólidos, siguiendo a Arquimedes. También ayuda a su
padre, probablemente, en el establecimiento de las proporciones entre la
tensión y el tono de los instrumentos de cuerda. En 1588 obtiene una plaza de
auxiliar de matemáticas en la
Universidad de Pisa.
Tras intentar obtener una plaza de profesor titular en las
universidades de Pisa, Siena y Bolonia, será nombrado, en 1589, profesor de
matemáticas en la Universidad
de Pisa, puesto en el que permanecerá hasta 1592. De esta época son sus
primeros estudios sobre el movimiento, apoyándose en la posición de Arquímedes,
quien defendía que la velocidad de caida de los cuerpos era proporcional a su
densidad, y no a su peso, como afirmaba Aristóteles. En relación con estos
estudios circuló la anécdota de que Galileo realizaba sus experimentos dejando
caer objetos desde lo alto de la torre de Pisa, para demostrar sus
conclusiones, anécdota que hoy consideran de dudosa autenticidad la mayoría de
los historiadores.
En 1592, un año después de la muerte de su padre, obtiene la
cátedra de matemáticas en la
Universidad de Padua, en la que permanecerá hasta 1610 (año
de publicación del "Sidereus Nuncius"), continuando también con la
impartición de clases particulares de aritmética, geometría, fortificación,
etc. En 1595 ofrece una explicación de las mareas que supone un movimiento
anual y otro diario de la
Tierra, lo que se considera su primera manifestación de
copernicanismo (el sistema astronómico de Ptolomeo afirmaba que la Tierra permanecía inmóvil
en el centro del universo).
En 1599, a los 35 años de edad, comenzará su relación
amorosa con Marina Gamba, de 21, (a quien conoce en uno de sus frecuentes
viajes a Venecia). Marina Gamba se traslada a casa de Galileo para vivir con
él, aunque sin casarse. Con ella tendrá dos hijas y un hijo: Virginia (1600),
Livia (1601) y Vincenzo (1606). Marina Gamba se casará en 1613 con Giovanni
Bartoluzzi, habiéndose hecho ya cargo de sus hijas e hijo Galileo con
anterioridad. Posteriormente sus dos hijas ingresarán en un convento,
probablemente ante las dificultades económicas de Galileo para garantizarles
una dote suficiente para un matrimonio adecuado a su status en la Corte de los Medici. Su
hijo, por el contrario, entrará al servicio del Gran Duque de la Toscana.
En estos años de matemático en Padua (hasta 1610) escribirá
varios tratados sobre fortificaciones, mecánica y astronomía, para uso de sus
alumnos, y continuará su interés por la construcción de instrumentos mecánicos
para resolver problemas prácticos, como un termoscopio o termómetro de aire (el
primer termómetro conocido), un compás geométrico y una bomba de agua que
utilizaba caballos como fuerza motriz (y que patentó en Venecia en 1594).
Galileo continúa con sus estudios sobre el movimiento, iniciando sus
investigaciones sobre el péndulo, los proyectiles y el movimiento uniformemente
acelerado en el plano inclinado, lo que le llevó a la formulación y
demostración matemática de las primeras leyes del movimiento, que se
encontraban en clara oposición con las teorías aristotélicas sobre el mismo.
Continúa también con sus estudios de astronomía, dando tres lecciones en la Universidad de Padua
sobre la supernova de 1604 en las que afirmaba (contra la hipótesis de
Aristóteles y Ptolomeo de la inmutable esfera de las estrellas fijas) que la
nueva estrella se encontraba "detrás de la Luna", por lo que debería admitirse que se
producían cambios en los cielos.
En 1609 tiene conocimiento de la existencia de un
instrumento, construido por un holandés llamado Lipperhey (aunque otros le
disputaron la invención), que permitía aumentar el tamaño de los objetos
distantes, y se propone construir el suyo propio, con más aumentos que el
original, cosa que consigue (al parecer, más por habilidad que por conocer los
principios ópticos del telescopio). Ofrece su telescopio al Senado de Venecia,
ante el que causa una gran impresión, viéndose recompensado por el aumento de
su salario al doble y la garantía de una plaza vitalicia en la Universidad. Galileo
dirige su telescopio hacia las estrellas y planetas, y en diciembre de ese
mismo año realiza sus famosos descubrimientos astronómicos (montañas de la Luna, fases de Venus,
satélites de Júpiter) que se apresurará a publicar en su obra "Sidereus
Nuncius", en marzo de 1610, dedicada a Cosimo II, Gran Duque de la Toscana, siendo
recompensado con el nombramiento de Filósofo y Matemático del Gran Duque. En
septiembre de 1610 Galileo se trasladará de Padua a Florencia, para hacerse
cargo de su nuevo puesto.
Tanto sus estudios sobre el movimiento (física) como sus
descubrimientos astronómicos ponen de manifiesto el error de Aristóteles lo
que, a su vez, provoca serias preocupaciones entre los aristotélicos (es decir,
en los medios eclesiásticos, ya que el aristotelismo era parte de la doctrina
filosófica oficial de la Iglesia) y verdadero entusiasmo entre los
copernicanos, como Johannes Kepler, quien muestra su público apoyo a las tesis
de Galileo, o los miembros de la primera sociedad "científica" de la
época, la "Accademia dei Lincei" (fundada en 1603 por Federico Cesi)
quienes le admiten en 1611 en sus filas. Desde entonces, las manifestaciones en
pro y en contra de las teorías de Galileo no dejan de sucederse, enrareciéndose
el ambiente con sus posteriores publicaciones sobre la existencia de manchas
solares (1612). Pese a ello, conseguirá mantener todavía el apoyo de algunos
eminentes hombres de la Iglesia (como el del Cardenal Barberini, posteriormente
Papa Urbano VIII) así como el reconocimiento de la veracidad de sus
descubrimientos por parte del jesuita Cardenal Bellarmino (aún discrepando de
las interpretaciones de Galileo), y mantener su buena relación con el también
jesuita Clavius.
Galileo sigue con sus estudios y observaciones astronómicas,
pero en 1614 comienzan los primeros ataques públicos contra la obra de Galileo
y de los matemáticos que le apoyan, por parte del dominico Tommaso Caccini en
Florencia. Poco después, en 1615, el también dominico Niccolo Lorini presenta
una denuncia contra Galileo ante la Inquisición. La discusión sobre si los
descubrimientos de Galileo son o no verdaderos y, caso de serlo, si ponen o no
en entredicho las Sagradas Escrituras continúa abierta, y se publican algunos
trabajos, como el del carmelita Foscarini, en los que se intenta demostrar que
el copernicanismo y los descubrimientos de Galileo son compatibles con las
Escrituras. El Cardenal Bellarmino le escribe una carta a Foscarini
recordándole que el copernicanismo sólo puede ser considerado como una
hipótesis matemática, no como una descripción de la realidad.
En diciembre de 1615 Galileo se traslada a Roma, para dar
cuenta de sus opiniones ante la Inquisición. En febrero, las autoridades
eclesiásticas declaran que la hipótesis de que el Sol está en el centro del
Universo es filosóficamente absurda y formalmente herética; y que, así mismo,
decir que la Tierra
se mueve alrededor del Sol es filosóficamente absurdo y cuando menos erróneo
teológicamente. El Cardenal Bellarmino comunica a Galileo la prohibición de
defender la teoría copernicana. Posteriormente le comunicará que no ha sido
juzgado ni condenado por la Inquisición. Galileo volverá a sus ocupaciones
habituales, entre ellas, observar y explicar los nuevos cometas vistos en los
cielos, continuando su actividad investigadora y publicando artículos y libros,
el más importante de todos, "Il Saggiatore", en 1623, dedicado al
Cardenal Barberini, recientemente elegido Papa con el nombre de Urbano VIII,
todavía amigo y protector de Galileo. En 1624 Galileo visitará Roma de nuevo,
donde mantendrá varias entrevistas con el Papa Urbano VIII, quien le garantiza
que podrá escribir sobre el copernicanismo, siempre que lo considere
estrictamente como una hipótesis matemática.
En 1632, tras conseguir de forma poco ortodoxa los permisos
eclesiásticos oportunos, Galileo publica sus "Diálogos", en los que
se ataca abiertamente el aristotelismo y se hace una defensa cerrada de las
teorías copernicanas. Uno de los personajes, Simplicio, a quien se presenta
como alguien torpe intelectualmente, defiende en la obra algunos argumentos que
eran utilizados por el Papa Urbano VIII, por lo que esas coincidencias, según
algunos, fueron utilizadas por los próximos a Urbano VIII para enemistarle con
Galileo. Ya fuera por esta razón, o por haberse saltado la autoridad papal para
conseguir el "imprimatur", o por el cambio de las circunstancias
políticas en las que se veía envuelto el Vaticano, lo cierto es que Urbano VIII
prohíbe la difusión de los "Diálogos", ordenando que una comisión
especial estudie el libro. Siguiendo el dictamen elaborado por dicha comisión,
Urbano VIII remite el caso a la
Inquisición, que convoca a Galileo a presentarse ante el
tribunal en Roma. Galileo solicita que el juicio se celebre en Florencia, dada
su edad y su estado de salud. Pero se rechaza su solicitud y debe trasladarse a
Roma, bajo la amenaza de que, de no hacerlo voluntariamente, sería detenido y
llevado encadenado ante el tribunal.
En febrero de 1633 viaja a Roma, para declarar ante el
tribunal de la Inquisición,
pero se le permite residir en el palacio del embajador de la Toscana, aunque debe
mantenerse aislado. Del 12 al 30 de abril es formalmente interrogado por el
tribunal y, tras diversas vicisitudes penosas, abjura de sus errores en una
ceremonia oficiada en la iglesia de Santa Maria Sopra Minerva. Posteriormente
se le confinará bajo arresto domiciliario en su residencia de Arcetri, cerca de
Florencia, donde deberá cumplir su condena. Allí continuará trabajando en su
obra "Discursos sobre dos nuevas ciencias", que será publicada
finalmente en Leiden, en 1638, por Louis Elsevier.
Su estado de salud empeora progresivamente. En 1634 pide
permiso a las autoridades eclesiásticas para ser tratado por los médicos, en
Florencia, pero se le deniega el permiso, bajo la advertencia de que, de volver
a pedir otro permiso, será encarcelado. Ese mismo año muere su primera hija,
Virginia, en un convento cerca de Arcetri, en el que profesaba los hábitos con
el nombre de Sor María Celeste, y con la que había mantenido correspondencia
regularmente desde 1623. Pese a estas circunstancias y a la pérdida progresiva
de visión, Galileo continúa sus actividades. En 1638 pierde totalmente la
visión y realiza una petición para que se levante su condena y sea liberado,
petición que es denegada, permitiéndosele, no obstante, establecerse en su casa
de Florencia, a fin de que pueda ser tratado médicamente de sus dolencias.
Pocos años después muere en su villa de Arcetri, el 8 de enero de 1642.